las calles negras de tan húmedas
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nos anudábamos en el espacio que había entre el sillón y la ventana
las cortinas eran animales que no se movían y que cerraban los ojos tres minutos al año
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a las 5 p m andábamos debajo de las ramas de árboles que eran raíces
de camellones como archipiélagos
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tú en los diablos de la bicicleta
apretándome los hombros
golpeándome con la punta del cabello que era lacio
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ocurría el viento y el frío
el verdeobscuro de los patios con las plantas y los muros que se volvían grietas
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había autos que pasaban a milímetros de nuestro cuerpo
sonaban el claxon y gritaban cosas acerca de tus piernas y de tus nalgas
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dábamos vueltas por la colonia
por el hogar de la mujer que aparecía en el noticiero
del tipo que en barcelona fue knockeado por un marroquí
por el muro donde se leía que tánger era una casa donde insectos azules destruían los cimientos
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luego entrábamos a la sala encendíamos el radio de onda corta y lo sintonizábamos en un programa de chistes uruguayos
nos ocultábamos detrás de la vitrina
y espiábamos a la abuela
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1 comentario:
Cuánto color, man, cuánto color...
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