Sólo hubo dos escritores en latinoamérica.
Nada de listas inabarcables, interminables de premios mundiales, nacionales.
Estos dos por un tiempo fueron un par de maricones metidos en bibliotecas, de rotos conchasumadre que publicaban un artículo en una revista para señoras, una reseña de poetas peruanos que nadie conoce.
Incluso ninguno existe. Uno era un mal actor ciego y el otro un seudónimo de Chespirito.
Me los imagino en una casa de cartón en el desierto de Sonora. Hablando sobre Hume y sobre una esquina de la ciudad de Montevideo donde los dos creyeron ver a Felisberto Hernández.
Estos dos valen por los millones de ejemplares de los miles de tipos que pasaron la vida tirando letras en las ciudades bellísimas de América, en los cafés de París, en el laberinto rojo de Londres.
Estos dos patanes ocupan toda la grada, todo el campo, la atmósfera, la estratósfera.
Uno habla acerca de los equipos de soccer que estuvieron alguna vez en primera y que fueron cayendo hasta desaparecer y convertirse en equipos fantasmas, el otro de un hombre que sufrió un accidente y recuperó de esa manera cada uno de los instantes de una mañana en la que probó el sabor de las uvas.
A la mierda, en la mierda, con la mierda los premios Cervantes (uno de nuestros hombres lo obtuvo), los premio Rulfo, los Nobel (nuestros dos hombres fueron candidatos). Ante la mierda, dentro de la mierda los barrocos, los neobarrocos, los realistas, los neorrealistas, los del folclor, los intelectuales-pensadores-críticos-del-poder. Saboreando mierda, oliendo a mierda los becados, los exiliados, los del servicio diplomático. Mierda para ellos y para nosotros.
Piensen en esto: el ahorro de papel-gasolina-tinta-meados al sólo tener a Borges y a Bolaño. Al hacer un diccionario en el que sólo haya dos entradas. Aquí los maricas dirán pero qué pasa con fulano y con sutano. Qué pasa con que Roberto está inflado, es un producto de la mercadotecnia norteamericana. Pues no pasa nada, sólo la hipocresía de los chupavergas que les gusta condecorarse con antologías piteras de millones de páginas, de los estudiantes que escriben tesis doctorales sobre obscuros poetas.
Corte de caja.
De nada sirve el siglo de oro latinoamericano.
Algunos escribieron mal, otros peor.
Ahora viene la tarea de los dinamiteros.
Los que putearan a Jorge y a Roberto.
Los que les encontraran los errores, las taras, las estupideces.
Los que los leeran mientras son penetrados.
Los que escupirán las ficciones, los 2666.
De ellos es el futuro.
2 comentarios:
me gusta ese primer beso, pero tambien uno que otro aunq no sea tan tan definitivo, ni real ni tan bueno...
"Ahora viene la tarea de los DINAMITEROS" . . .
Me agrada un chingo la violencia de la palabra.
Un abrazo hermano!
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