Darme cuenta de que alguien en 1939 escribió lo que yo intento, de que lo hizo mejor, de que reunió una serie de textos en un libro delgado. Descubrir que ese objeto te golpea, te deja mal físicamente. Al otro día leer un cuento (Nadie encendía las lágrimas) y llorar como no lo hacía en meses con lágrimas escurriendo, con mocos escurriendo.
Un nuevo nombre en mi cabeza Nathalie Sarraute.
En el muro de mi no oficina coloqué un cartel a color de un maratón de cine. A las 17:15 proyectaban Meeting people is easy. Era un sábado 29 de noviembre. Estaba desesperado, ahora también lo estoy pero por motivos distintos. Leo los títulos de las otras películas y me doy cuenta de que he armado un pequeño altar con fotografías extrañas, una especie de puzzle.
Debo advertir, puesto que será una constante en esta historia, que hubo un tiempo en que quería ser escritor, en que me encerraba en el único cuarto tranquilo de casa de mis padres o me iba a los bares con terraza de las Ramblas a emborronar cuartillas diciéndome que era más joven que fulanito cuando fulanito había empezado y que no debía desesperar, que sólo resistiendo lo conseguiría, como si fueran quince rounds o algo parecido. Debo advertir, asímismo, que ahora tego 29 años y que a los 26 ya era un veterano de la resitencia y de la paciencia, con varias novelas a medio escribir, varios libros de poemas a medio publicar y un par de cortometrajes en super-8 dirigidos y financiados por mí.
Decía a quien quisiera escucharme, que no esperaba nada, que era una manera de encubrir que lo esperaba casi todo, que a su vez era vivir en el error y en el crimen: Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce.
Un nuevo nombre en mi cabeza Nathalie Sarraute.
En el muro de mi no oficina coloqué un cartel a color de un maratón de cine. A las 17:15 proyectaban Meeting people is easy. Era un sábado 29 de noviembre. Estaba desesperado, ahora también lo estoy pero por motivos distintos. Leo los títulos de las otras películas y me doy cuenta de que he armado un pequeño altar con fotografías extrañas, una especie de puzzle.
Debo advertir, puesto que será una constante en esta historia, que hubo un tiempo en que quería ser escritor, en que me encerraba en el único cuarto tranquilo de casa de mis padres o me iba a los bares con terraza de las Ramblas a emborronar cuartillas diciéndome que era más joven que fulanito cuando fulanito había empezado y que no debía desesperar, que sólo resistiendo lo conseguiría, como si fueran quince rounds o algo parecido. Debo advertir, asímismo, que ahora tego 29 años y que a los 26 ya era un veterano de la resitencia y de la paciencia, con varias novelas a medio escribir, varios libros de poemas a medio publicar y un par de cortometrajes en super-8 dirigidos y financiados por mí.
Decía a quien quisiera escucharme, que no esperaba nada, que era una manera de encubrir que lo esperaba casi todo, que a su vez era vivir en el error y en el crimen: Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce.
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