The second rule is


Él no la seguía.
Había recalado en esa ciudad por una cuestión de comodidad. Llevaba en carretera más de quince horas. Su mujer y él viajaban desde el sur del país, era una especie de festejo de bodas. Además ella había insistido en que pararan allí, era el lugar en el que él había vivido su infancia.



Él no tenía por qué seguirla.
Había pasado una década persiguéndola. Interpretándo sus cartas de amor sin nombre. Soportando sus rechazos, sus berrinches, sus sutiles maneras de llamarlo cobarde, inmaduro. Y sí, él en esa ciudad también la miró; se jactó de su actual pareja, de haber envejecido lejos de ella.

1 comentario:

dèbora hadaza dijo...

ni modo, que mal encontrar lo que ya no se busca, y jactarse de que el destino te alcanzò.

Elefante
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costasinmarcostasinmar