Limpia por décima tercera ocasión la mesa de centro. Desde que le confirmaron la entrevista fregó los pisos y reordenó la sala y el comedor. En media hora comenzará a vestirse. Eligió un pantalón gris, una camisa del mismo color y un saco negro: pensó que la sobriedad era lo indicado.
Se sienta frente al televisor. La reportera le mandó un mensaje en el que se disculpa por el retraso y le anuncia que llegará a las nueve de la noche. Pasa los canales, no encuentra nada que logre distraerlo.
Decide cenar mientras observa algunas escenas de Citizen Kane.
En la cocina rompe dos platos y los cubiertos se le caen al piso, por lo que sólo toma una taza de yogurt y unas ciruelas que compró hace doce días.
Elige la escena donde un anciano cuenta que tiene más de treinta años recordando día a día a una muchacha que miró durante unos segundos; se pregunta cómo habría sido el futuro si le hubiera hablado.
Repite el monólogo y al ser las ochocuarentaycinco se dirige al baño y se acicala. De una caja negra de cuero saca un peine que compró en Moscú y cepilla el pelo ralo y el bigote.
La reportera y el fotógrafo no habrán cumplido los veinte. Ella lo ataca con preguntas acerca de su hermano; se nota decepcionada: ninguna de las respuetas podrá ser un titular hasta que:
- ¿Usted qué espera?
- ¿De qué?
- ¿De su carrera, que por otro lado quedó opacada por el éxito pasmoso de su hermano?
- Pues nada, que mi carrera y mi vida terminen pronto.
- ¿Está enfermo?
- No.
- ¿Entonces?
- Sólo sé que mi vida terminará pronto, mi carrera terminó hace mucho.
Se despide de la reportera y el fotógrafo que apenas hizo dos placas. Intenta analizar sus rostros, pero le resultan impenetrables.
Cinco meses después, en una esquina de la portada del Tele-Guía aparece la siguiente nota: El hermano de Gonzalo Vega obsesionado con el suicidio.
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