"Imagina que nunca lo vi jugar. Ni siquiera había escuchado su nombre. Así que cuando me lo presentaron no importó tanto quién era. Más bien él estaba nervioso, pues conocía uno de mis discos y aseguró que en sus tiempos libres tocaba en un grupo de jazz. Así que los primeros días yo fui la importante en la relación, la que podía contar historias acerca de fans y de dinero perdido estúpidamente. Hasta que mi mejor amiga me gritó que en qué estaba pensando, pues yo sólo le había dicho que era un hombre de casi 40, en muy buena forma física, aunque un poco calvo. Me sentí como una estúpida: él era el mejor tenista de la historia y yo no sabía ni una palabra de él. Quizá fue mejor así. No sé cómo me habría comportado sabiendo que él era una leyenda. Así que comencé a ver esas grabaciones donde el vence a los mejores de su tiempo y claro, aquellos en los que insulta a los jueces y rompe la raqueta. No es que sea un loco furioso, como siempre me lo sugieren. Sus arranques tienen que ver con otra cosa, con la angustia de no alcanzar lo que él pensaba alcanzar."
Así inicia el documental BigMac, con la voz de la cantante P. Smith y con las imágenes más impactantes de la carrera de John McEnroe.
Una película que deja de lado el aspecto conflictivo de este gran atleta para adentrarnos en una obsesión (el tenis) que marcó la vida de uno de los hombres más importantes del deporte norteamericano de finales del siglo XX.
David Rodríguez, BIgMac. 2008. Francia-Dinamarca.
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