Dick Laurent is dead.
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Comenzar a escribir un poema con esa frase. Hacerlo con el cuerpo duro y con miedo pero dejándose como cuando uno alcanza el orgasmo, en el segundo en que uno aceptaría un disparo en la nariz.
Los domingos a los cinco años (¿te regodearás con esas impresiones? ¿inventarás?) cuando regresaba en auto de pasear o del súper (no es tu primer recuerdo, pero sí uno de los más fuertes, de los más definidos: la vestidura azul, el ligero mareo que sentías si no abrías la ventanilla) tenía una fantasía: que la niña que me gustaba estuviera fuera de mi casa sin ningún motivo (creabas detalles absurdos que explicaban su presencia: no sabía cuál era la tarea -en preescolar, no hay tareas- había dejado unos lápices en mi mochila) dispuesta a jugar y hablar la tarde y la noche.
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Una chica que sustituya a mi hermana, a mis padres.
Una chica que llenara mi cuarto donde jugaría en la alfombra o leería la enciclopedia.
Una chica que me acompañara por las escaleras a obscuras y riera cuando encendieramos el televisor..
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Deseo en unos años tener el siguiente recuerdo: la mañana en que descubrí esta fotografía, el momento en que vi ese par de rostros, esa determinación por escoger ciertos papeles. Años antes de aceptar ser padre de familia, mafioso simpático, policía. Antes de ser un puto anciano gordo.
1 comentario:
rayos hasta los recuerdos engordan :S
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