Ojalá todos los partidos fueran como este


A Janik


Las películas que me gustan son estúpidas.
Temporada de patos, Forrest Gump.
Las comedias románticas.

Por elegancia, por fantoche miro películas inteligentes, películas del este de Europa.

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En una novela de Kureishi:

Tu padre dedicó su vida a escribir y a leer.
Pasaba nueve horas llenando libretas.
Los fines de semana los perdía al pensar en sus cuentos.
Me perdió a mí.
Y perdió a sus hijos.

Mira esta casa:
el comedor, la estancia, las habitaciones de arriba.
Están llenas de libros.
Pero ninguno entre tantos tiene el nombre de tu padre.

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El trabajo más jodido: ser la voz en off de una serie norteamericana.
No eres el autor.
No eres un personaje.
No eres un espectador.

Sólo lees unas palabras que no entiendes.
No te involucras.
La audiencia te repudia (como repudia a la voz en off de Y tu mamá también, otra película estúpida).

Entras a un estudio.
Grabas tu parte.
Sólo ves a los técnicos de audio.
Nadie se enamora de ti, aún cuando tengas la voz más linda, el cuerpo más delgado, el rostro perfecto: eres un ruido.

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Control, también es una película estúpida.
Una que puede enganchar a mucha gente.
Tiene el don de hacer creer que uno es Ian.

Pero ser Ian es difícil.
No sólo se trata de ser cobarde,
de ser un tipo con talento,
de tener sentido del humor.
Tampoco va de suicidarse.

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No soy un tipo de ideas liberales.
Ni siquiera tengo ideas.

En este momento estoy harto de los que sí las tienen.
De los que en su discurso hablan de ellas.
Las defienden.
Las idolatran.


(No hablo de políticos,
de figuras del poder)


Estoy harto de los intelectuales de boutique,
de los punks de boutique,
de los revolucionarios de boutique,
de los escritores de boutique,
de los poetas de boutique.

Por supuesto me doy cuenta del peligro y me aterro.
No quiero ser, quiero dejar de serlo si ya lo soy:
un hombre de boutique.

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Elefante
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