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el amor se parece a una pelota de tenis / neorrabioso


patty smith es un puzzle
dice unas palabras y la esquina derecha se desprende
está frente al micrófono y la parte de la garganta y el pecho cae al suelo

algunos aplauden

en la penúltima fila bolaño enciende seis cigarros al mismo tiempo
piensa en ciudades que dejaron de existir por la guerra o por accidentes nucleares
con el programa de mano hace un perro que regalará a la primer pelirroja que encuentre en un aeropuerto


imagino hombres a las 2 19 a m
escriben comentarios infinitos en blogs
que dejaron de publicar hace tres años
en ellos describen habitaciones
que dan a un parque en el que hay banderas de polonia
y escuchan un disco de 1974



las únicas imágenes tuyas:

a) el cabello empapado
una toalla gris alrededor del cuerpo

b) desnuda frente a un espejo y un televisor
en el buró hay una cerveza y un cepillo








Hombre y extintor


lleva la camisa de hace cuatro días
audífonos
una mochila verde
los labios partidos
la piel gris
.
se recarga en la pared
con la mano izquierda acaricia la base de un tubo rojo
abre la boca
saca un largo y espeso hilo de baba

---

Canta, lluvia, en la costa aún sin mar!
Vallejo.


Están las costas, las tercas costas sin mar trepando para atrás sobre las olas muertas de los cerros.

Zurita


el mar se encogió, se replegó en sí mismo, el mar desapareció, y todo el océano se quedó sin mar, toda la costa sin mar

Bolaño

El primero de los despilfarros que habían planeado para la velada Wayne y Caroline fue ir a cenar a Aldo's, un restaurante nuevo y elegante.


Transcribo esta conversación para I.
y para la pareja que ayer en el béisbol bailaba en las gradas.


Llegué puntual. A los diez minutos apareció acompañado por una mujer llamada Carmen. Dijo que venían del médico.

Roberto Bolaño: ¿Leíste lo que te dí?
Costa sin mar: Sí. (No quise confesarle que en la pensión, la noche anterior, no había dormido por repasar el libro de Bertoni).
RB: ¿Te gustó esa vaina?
Csm: Sí, hay cosas y líneas que me dan vueltas en la cabeza.

Un camarero se acerca. Pedimos. Carmen va al sanitario.

RB: No mencionaste cuántos años tiene tu hijo.
Csm: Un año. Se llama Ireneo.
RB: El mío Lautaro. ¿Le pusiste así por Funes?
Csm: Sí. A mi mujer se le ocurrió. Además nos sabíamos ese cuento casi de memoria.
RB: ¿De qué parte de la ciudad eres?
Csm: Del sur. Vivimos en Tlalpan.
RB: ¿Cerca de los baños y el metro? Yo paseaba por allí con una novia. Entrábamos a los baños. Pasábamos horas hablando o haciendo el amor o comiendo lo que unos tipos horribles nos llevaban al cuarto. Con esa novia también iba al estadio de béisbol y veímos a esos jugadores gordos que bateaban y lanzaban la pelota y escupían. Sobre todo se pasaban el tiempo escupiendo. Era como si ella y yo nos refugiáramos, pero aún no sé de qué o de quién.
Csm: Ese estadio están por destruirlo. Algunos aficionados están tristes y enojados.

Carmen regresa. Bebemos y brindamos. Ella me pregunta a qué me dedico. Después hablamos de películas.

RB: Cuando estoy un poco desconcentrado, miro Taxi dirver, pero no esa parte en que el tipo se desquicia, sino el inicio, cuando el tipo aún es listo, el momento en que entra a la oficina y se planta frente a la rubia y la liga. Ahí está todo. O en las frases que le dice antes de entrar al cine porno. ¿Allá en D.F. aún quedan?
Csm: Sí. En el centro hay muchos. Para putos y para swingers. Son cines enormes con miles de butacas. Sucios y con un olor muy extraño, un olor en el que se mezclan líquidos para limpiar y ropa y baba y cabellos.
RB: Querrás decir semen.
Csm: No es semen. Curiosamente, aunque allí todos los hombres se vienen, no huele a semen, huele a algo anterior, a un sudor muy fuerte pero también muy sutil, un olor que sólo he encontrado en un lugar de la ciudad, en la calle de Santo Tomás.
RB: ¿Donde las putas?
Csm: Exacto, allí donde las putas dan vueltas y sonríen y a veces hablan con los clientes.
RB: En un hotel de por ahí, alguna vez escribí un cuento. Unos días antes de viajar para acá. Un cuarto desde el que veía una avenida y un mercado: hombres trabajando durante el día y la noche. Cuando me aburría o me cansaba de escribir en lugar de encender el televisor observaba la ventana. Ahora cuando me aburro salgo a caminar o juego con Lautaro o llamo a los amigos o a escritores perdidos de Latinoamérica que no me han leído pero que yo sí a ellos. Además escribo más rápido ahora. Escribo una novela, una novela enorme.
Csm: ¿De qué va?
RB: De Ciudad Juárez y de un escritor alemán. De un escritor alemán al que nadie conoce y de un asesino que tampoco nadie conoce y nadie quiere conocer.
Csm: Pero ¿alguien los busca?
RB: Claro. Pero la búsqueda no necesariamente significa encontrar algo. Uno busca porque está aburrido o porque siente la obligación de buscar.

Bolaño recibe una llamada en su móvil. Le avisan que debe pasar por su hijo. Se disculpa.Paga la cuenta y se despide. Casi al salir: Desde que te conocí me recordaste a alguien. Si adelgazas y te conviertes al zen serás idéntico a Rey Rosa.

Pasé otra semana en Blanes en la que no lo busqué. Después me largué a Sevilla. Nunca más escuché su voz.



Elefante
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