"¿Qué vende?" Doce o quince coyotes en la 5 de Mayo. Se recargan en el muro del Monte de Piedad. "¿Qué vende?" En estos días, vendería mis dientes, mi cabello. Hasta mi alma, me digo y recuerdo esos cuentos del demonio y la firma con sangre. Si empeñara mi ropa no alcanzaría para regresar a casa. Vendería mis uñas, los calcetines que llevo desde el lunes. Los coyotes revisan joyas de fantasía, relojes barnizados. Pensé que heredaría algo de valor de mis padres. A los cuarenta, sé que les debo la mala postura, el tic del ojo derecho y la diabetes. Vendería mis adicciones, esa fuerza bruta que me permite beber durante ocho horas seguidas. Mi colchón y mi alacena. Los tendones. Mis hábitos: dejar escurrir un poco de café en la orilla de las tazas, llevar un trozo de papel para no tocar el pasamanos del metro.
No te gustaban las cucharas de la abuela. Decías que te cortaban los labios. A mí me divertía el filo del cuchillo. Fingía serruchar la mesa. El rostro de la tía cuando lo pasaba por mis brazos. Me gritaba como si realmente pudiera herirme. Lo que me agradaba era embarrar la cuchara con miel y esconderme detrás de la vitrina. Era un espacio de unos 15 cm. Respiraba el polvo ancestral de las cortinas. Había arañas viejitas. En la universidad una mujer me contó que ella le arrancaba las patas y observaba cómo se movían, le hacían pensar en el movimiento que debían tener las prótesis de los amputados.
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