Supermercado
El protagonista de Alicia y las ciudades asegura que lo peor de la tv es que los programas se hayan convertido en anuncios que duran horas. ¿Qué es lo que venden? El deseo. Lo encontramos en el centro de los comerciales de alimentos, viviendas, ropa, autos. El deseo que se presenta como un hilo de cuerpos listos para la cópula. Si se promociona una marca de pimientos hay mujeres atractivas coqueteando (la mercadotecnia ha reducido estos conceptos —atracción y coquetería— a una serie telegráfica de señales), si se venden cortaúñas los pies deben recordar ciertas parafilias. Solo el gobierno, en sus campañas para erradicar la miseria, está exento de seguir esta norma: la realidad no debe despertar de inmediato el impulso sexual, por ello en sus comerciales aparecen personas que no cumplen con las expectativas raciales y económicas de la publicidad.
Si el deseo ocupa todas las pantallas, ¿qué oculta? ¿Qué hay en esa búsqueda constante por alcanzarlo? ¿Qué existe en esa angustia por ser un individuo que desea y es deseado? ¿El terror de no ser monedas vivas, de abandonar la categoría de consumidores? ¿De ser algo más que objetos? ¿La frustración de ser despedidos en las bodegas de ese gran supermercado con pasillos largos y limpios? ¿Qué es el deseo en nuestra sociedad? ¿Qué significa esa aparente contradicción entre la represión y la megaexposición sexual? ¿Qué entraña la conciencia de que nuestra conducta y enfermedades están relacionadas con la supresión de la libido y ese bosque sexual que respiramos y del cual es imposible salir?
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