Imagino la identidad, el lenguaje, la nación y la familia de un hombre
destruidos en unos meses. Lo imagino al recorrer un país que no conoce.
Con la certeza de que las ruinas que aparecen en la televisión fueron su
hogar. Lo imagino enloquecido en el cuarto piso de un departamento
luego de soportar durante meses a las personas a su alrededor que
corrijan su pronunciación, sus palabras y sus movimientos. Imagino que
ese hombre jamás recuperará la confianza de que sus manos, su garganta,
sus pulmones le pertenecen.
El texto completo en Nagara
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