Borronear cuervos. Eduardo Chirinos.


















8. Mis viejos zapatos vacíos

En Anuario mínimo se encuentra el orden programático del azar en la escritura de Chirinos. Sus intuiciones, sus deslumbramientos, sus principales críticos:
  • De los comentarios que recibí cuando publiqué mi primer libro, ninguno se me quedó tan grabado como el de mi abuela. Luego de un examen detenido y prolijo en el que, supongo, esperaba encontrar algún eco de Bécquer o Chocano, dijo en voz alta: “¡Qué capacidad tiene este muchachito para escribir tantos adefesios en un libro tan chiquito!”
  • Ricardo Reis, el heterónimo más clásico de Fernando Pessoa, decía que “en el poema más pequeño de un poeta debe haber algo en que se note que existió Homero”. Lo que me seduce de esa frase no es su defensa del conocimiento como condición necesaria para comprender un poema. Lo que me seduce es su apuesta por la originalidad. Un poema –si es realmente original- sabrá conducir a sus lectores hasta el origen mismo de la tradición literaria. Un poema es siempre el punto de partida de una tradición, nunca su punto de llegada.
  • Mi oreja es vanguardista, mi ojo clásico. Como todas las parejas tienen su pleitos y malentendidos, pero en general se llevan bien. Saben que se necesitan. Que el uno no puede vivir sin el otro.

9. Den Xiao Ping
A los 21 tenía una familia. Habitábamos un terreno que se llenaba de niños borrachos, de cabras y de niebla. Dormía dos horas y escuchaba la radio como un adicto. Estaba lejos de llegar a ser este coleccionador de pérdidas y ocultamientos. Desconocía quién era Den Xiao Ping y por qué le decían “hijo de perra”. También ignoraba que durante una década viviría una dolorosa dualidad: mis hijos en casas que crecían en sus rentas y yo en una bodega de frío.

10. Agujeros de identidades
A mis 28 pasaba la mitad del día en la biblioteca. En las vacaciones me ocultaba en las salas de cine. No por un afán de conocimiento, si no por no soportar estar solo conmigo. No lograba dominar ciertas adiciones y vicios. En alguno de los estantes apareció un libro de tapas verdes donde Chirinos escribió:
Borroneando cuervos
Leo en un viejo poema chino “su tinta sólo es capaz de borronear cuervos”. Pienso en los cuervos. Los he visto esta mañana, devorando cadáveres de ardillas o venados, graznando sobre la nieve luminosa (ellos, tan oscuros, graznando sobre la nieve luminosa), agujeros alados donde no aciertan las palabras. Alguna vez me hundí en ellos ¿Cómo explicarlo? Un sucio aleteo sacudiendo la nieve, un balbuceo de plumas estorbando el sueño. Pienso en Darío. “Un gran vuelo de cuervos mancha el azul celeste”. No es difícil ver el llanto, su Página de Oro rayada de cuervos salvajes y crueles. Vallejo también tuvo sus cuervos. Y Poe y Zhang Kejiu. En la tradición china borronear cuervos es escribir mal. Miro esta mañana la nieve luminosa. La carne del venado desgarrándose en el pico de los cuervos.
Tiempo después me tatué tres cuervos en el antebrazo. Mi borronear cuervos se refiere a mis decisiones, a mi cobardía de hombre, a mis agujeros de identidades.

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