Venimos del pueblo llamado San Miguel Puebla. El paso de un huracán destruyó el techo de nuestra casa.


El hombre cierra la bolsa de pan. Toma dos rebanadas; quita la orilla y la come. Coloca las rebanas en un plato amarillo y les unta mayonesa. Mira la pared cercana al fregadero y distingue un nuevo rostro entre las estrías. Mastica. La sensación que tiene en el paladar es la misma de hace quince años cuando comulgaba. Se sirve Canada dry. Piensa en lo que su madre opinaría sobre el desayuno. Se sienta frente a la computadora y lee el último párrafo. Comienza a teclear.
2:37 a.m.

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Desde los cinco años tengo claro cómo debe ser mi casa: un sólo piso, muros blancos y grandes ventanas. Los muebles necesarios en las áreas comunes. Los cuartos vacíos, cada uno con algún objeto: una libreta, una pelota, un espejo.

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Recibo un mail de una mujer donde cuenta que su exmarido la golpeó. Un texto que va de una recámara a un hospital. Líneas en las que aparecen un amante miedoso, un ministerio público y un médico joven: como se ve una comedia francesa.
Otra mujer (a la que su exmarido también la golpeó) me pregunta: "¿Crees que soy una maldita por no verlo?" La pregunta que no se atrevió: "¿Crees que debería verlo?"

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Una cita para J. S.: La tarea vuelve a funcionar. En catorce días justos he escrito tantas páginas como las que había hecho en seis semanas. Creo que son mejores; o al menos más rápidas. Empiezo a divertirme de nuevo. Pero ¡qué tema!, ¡qué tema! Ésta es la última vez en mi vida que trato con los burgueses. ¡Mejor describir cocodrilos, la cosa es más fácil!

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Mientras cruzo un puente con un casco espacial pienso en el destino de Tyler Durden y de Randall McMurphy: uno con un balazo en el rostro y el otro recibiendo descargas eléctricas sobre una camilla.

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Repito: construir miles de casas para después bombardearlas.

1 comentario:

Marina Ruiz Rodríguez dijo...

a algunos de nostros se nos ha perdido el mar

Elefante
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costasinmarcostasinmar