Me había quedado la costumbre de dar pasos y de mirar cómo llegaban los pensamientos:eran como animales


Nadia sube a la combi.
Se sienta en uno de los asientos laterales.
Intenta cubrir el uniforme con el suéter.



Cuatro cuadras.
Otra mujer sube
Saluda a Nadia.
La mujer, Liz, sonríe y comienza a hablar.


- ¿Cómo has estado? Uy, desde la prepa que no nos veíamos. ¿Tomaste ingeniería? Yo elegí después de mucho quebradero de cabeza, Arquitectura. Allí encontré a Marcos, el muchacho que te gustaba. Salimos un tiempo, pero me aburrió. Ahora estoy por iniciar la maestría. Mira, aquí traigo unos planos de mi proyecto. Me está resultando difícil: trabajar y estudiar. Bueno, pero es algo que uno hace por gusto, ¿no? Pero tú sabes de eso.

- Un poco.

- Es un edificio. Mi proyecto. Si lo aceptan lo hacen en Chihuahua. Si tú quieres te podría contactar con mi jefe, seguro necesitaremos ingenieros. ¿Qué has hecho? Yo con la escuela y eso no he podido ver a nadie. La otra vez Jesús me envió un mensaje para reunirnos en casa de José Luis, pero no pude. Desde hace años que no salgo de fiesta. Mira ahora: es sábado e iré al despacho de mi jefe para afinar algunos detalles. ¿Supiste que Daniela se casó? Una lástima, verdaderamente una lástima. Creí que tenía un gran futuro como psicóloga. Así pasa. Ay, en la siguiente cuadra me bajo. Te dejo mi teléfono. Sería lindo tomar un café. Salir al cine. No sé.

Liz saca de su bolsa una moneda de diez pesos.
Paga dos pasajes.

Se despide con un beso en cada mejilla de Nadia.

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Elefante
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