a Iván Cruz Osorio.
Te robe a Kafka hace nueve años, cuando no podía disimular que te envidiaba. Eras la joven promesa. Tú me calificabas de peligroso y de muchacho raído. No entendí ni entiendo lo último. Eran años que recuerdo por los puentes en los que permanecí por horas durante la noche. Nos conocimos gracias a Raquel y a Mariana. Lo primero que dijiste tuvo relación con Oaxaca; después hablaste de tu hermano en Nueva York, de tu miedo al latín y al griego. Como siempre yo no tuve de qué hablar, como si quisiera borrar mi pasado con cada una de las personas con las que me relaciono. Te enteraste de mi deseo por ser músico, de mis nueve horas encerrado en mi habitación con un cuaderno, una pluma y tres discos sonando incesantes. Comenzamos a trabajar en el proyecto de pintura y poesía con Carol y Alex. Tú te encargaste de fotografiar y asignar las correspondencias de las obras gráficas, yo de teclear y corregir los textos escritos. No recuerdo que realizáramos algún ensayo. Directo a la función con el auditorio lleno, con aquellas imágenes que aún ahora, me parecen magníficas, sobretodo las que escogiste para mis textos: aquel cuadro azul que en el centro contenía un trozo de periódico y el dibujo de una botella de cristal. Luego vino el recital de rock, en el que compartimos una mesa y me quebraste de risa con tu intervención; yo toqué cuatro canciones de grunge que sabía tú no aprobabas. Fue un año divertido. Vino la huelga y tú entraste a la escuela de escritores y yo me encerré en una biblioteca cercana a mi hogar. Allí hubo un Kafka distinto al que te había robado. Todavía no entendía al señor Franz. Durante esos meses permanecimos en varias ocasiones hablando de poesía durante más de doce horas en un camellón que ahora me parece triste. Te entregué unos textos mecanagrafiados que tú me comentaste en un Vips: fuiste enfático en mi no uso de la forma, en mi desbordamiento. Nos encontramos tiempo después en la facultad: nos enlazaba Gorostiza, nuevas pláticas infatigables, pero allí algo ya estaba roto, yo estaba dispuesto a ser un Ulises Lima reloaded y tú a recuperar a Mario Santiago, a ser el compilador, a ser Sheridan recargado. Vino lo de Opción, lo de Tiempo de Guernica, lo de Viento en Vela, lo de tus viajes y presentaciones. Te sigo envidiando, sigo leyendo a Kafka aunque ahora lo siento más cerca, más incorporado a mi vida. Tú eres el escritor público, yo el tipo que sigue sin tener nada claro, el peligroso y raído.

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