Extrañas figuras en la cortina de baño del hotel.


Para Angélica y Ánuar que me contaron la historia.


El tipo se había dormido cerca de las tres. Angélica apoyó la espalda en la cabecera. Era la quinta ocasión durante esa noche que despertaba. "Hay un ruido que no me deja." Escarbó en los tenues sonidos del cuarto hasta que escurridizo entre las paredes y la alfombra surgió el aullido de muchos perros lejanos. Sintió que los objetos la asfixiaban, como si el espacio que ocuparan consumiera el aire. Su cuerpo se encogió, se tornaba en una esquina. "Es sólo miedo." Trató de recordar al tipo, pero este se había excedido durante la farra, por lo que sería difícil animarle y más esperar que sirviera de alivio. Angélica se recostó y se cubrió totalmente con las cobijas. Había largos minutos en los que el aullido cesaba, pero al aparecer era como un chasquido que destrozara sus huesos. Angélica se levantó, buscó en el pantalón del tipo la cajetilla de cigarros. Nada. En su bolsa tampoco halló un dulce o algo que llevarse a la boca. Entró al baño. Se mojó la cara. Al secarse notó que los dibujos de la cortina se movían, que las líneas se separaban para formar nuevas imágenes. Permaneció contemplando esta danza insólita por unos instantes hasta que el ansia sonora de los perros entró al baño. Entonces el aullido y los dibujos de la cortina se convirtieron en una sola fuerza que avasalló los nervios de Angélica.


Por la mañana el tipo la encontró helada sobre la loza. La expresión del rostro tenía las huellas de un súbito placer.

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