Regreso

El hombre miraba el televisor. Tenía cuarenta minutos sin moverse. La pierna izquierda comenzó a cosquillearle.


- Alfonso, allí hay unos turistas. Ofréceles el departamento. Anda, muévete.


Se levantó. Tomó el juego de llaves. Al salir resopló. No pensaba que el calor fuera tan grande.

En el parque estaban los cuatro turistas. Por la vestimenta y el acento, Alfonso dedujo que eran de la capital. Se acercó. Les ofreció hospedaje. Uno de ellos, el más delgado, preguntó por el costo y la ubicación. Alfonso les dió una cifra y los invitó al lugar.

Alfonso reconoció a uno. Hace dos años, cuando trabajaba como maletero, lo había atendido. Recordaba haberlo visto con una mujer y sabía que su nombre era Jorge. Escuchó en algún momento lo que contaba a la mujer. Era una novela que escribía o que planeaba escribir. A Alfonso le interesó el tema porque él lo vivió con su padre. La novela trataba acerca de un hijo que conoce a su progenitor cuando es adulto. El padre es indigente y drogadicto, durante veinte años ha vagado por las calles. Después de escuchar la historia Alfonso se obsesionó. Le parecía imposible que alguien conociera los detalles de su propia vida. Abandonó su trabajo y se recluyó en una miscelánea.

Los turistas se instalaron. Estarían en el puerto por tres días. Alfonso les ofreció el servicio de taxi y el servicio de señoritas. Los turistas sonrieron y rechazaron las dos ofertas. Dos horas después salieron. Alfonso estaba seguro que irían de putas, por lo que decidió entrar al cuarto y buscar entre las cosas de Jorge. Necesitaba saber si había concluido la novela, sentía pánico y curiosidad por los desenlaces posibles; creía que su futuro estaba allí trazado. Encontró varios libros, ropa y un cuaderno. En el último aparecía una escritura leve y apretada en tinta azul. Los textos a Alfonso le parecieron poemas. No halló ninguna referencia a su historia. Se desesperó al principio. Después pensó que era ilógico que Jorge trajera consigo esos papeles, si había terminado, era posible que eso se hubiera convertido en un libro.


Durante los siguientes días Alfonso acechó a los turistas. Se enteró que fueron al puerto a asolearse y a platicar entre ellos. No había rastro de que se hubieran acostado con mujeres o con hombres. Ni Jorge ni los otros hablaron en el departamento de ninguna cosa que estuvieran escribiendo. Alfonso estaba nervioso. Anhelaba abordar a Jorge. Pero no se atrevío hasta el momento en que le entregaron las llaves.


- Oiga, usted es escritor, ¿verdad?
Los cuatro turistas se sorprendieron. Jorge tenso, no respondió.


-Hace un tiempo usted vino con una mujer y escuché que escribía sobre una historia de un indigente y su hijo. Quería saber el final.
-No tiene final. Abandoné esa historia y esos personajes, no tenían futuro.

Alfonso hizo una mueca de dolor. Escuchó cómo los turistas se alejaban con mucho ruido. Sintió una gran ansia de descanso, de mirar el televisor.

4 comentarios:

dèbora hadaza dijo...

brutal, "esos personajes no tenian futuro" y si nos dejaron sin escribir, nos quedarmos viendo television hasta el fin de nuestros dias o metidos en esta maldita ventana?

Ánuar Zúñiga Naime dijo...

Ay cabrón.

Sybila dijo...

Auch

el andrei dijo...

Chale, pobre de Fontana, mi personaje que tenía ganas de volver a Oaxaca a verla arder. Sólo quería un poco de emoción en su vida.
Qué trsite es abandonar a los personajes, no me había dado cuenta. Es como si muriéramos un poco.

Elefante
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costasinmarcostasinmar