Mostrando entradas con la etiqueta nvl. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta nvl. Mostrar todas las entradas

sopa












a partir de un post de Zumelzu


víctor lópez zumelzu
vivía
en el sur
de esa isla
que es chile

dormía junto
a su abuela
fanática
de las sopas
y de invitar
a los poetas

un jueves
estuvo 
teillier

al terminar de comer
la abuela pidió
a víctor leyera
alguno de los textos
del poeta

el niño 
eligió el más corto

recitó

al terminar
teillier
dijo
ese poema 
es una mierda

le dio unos pesos
a víctor
y lo mandó 
por más vino





Smell her on you (tercera parte)


"El Mago" narraba muchos partidos, no sólo los de las Grandes Ligas. Era distinto escucharlo en la radio, pero eso lo sé por mi padre, él era el que lo escuchaba en la adolescencia en un aparato pequeño y de pilas, mientras esperaba entrar al trabajo. Fue mi padre quien me contó el por qué del apodo del "Mago". Retransmitía un partido de los Mets, una traducción simultánea del locutor gringo. En la cuarta entrada por un desperfecto técnico, la señal se perdió, en lugar de parar, Pedro Septién siguió con el hilo del partido, que en ese momento se convirtió en un partido fantasma, en un entramado de datos y apuntes de un juego que sólo transcurría en su cabeza. Al caer el segundo out de la parte baja de la novena la señal llegó. El marcador era el mismo, incluso los Mets habían cometido los dos errores que Septién había narrado, su imaginación miró un partido que en ese momento se tornó extraordinario. Desde allí, fue "El Mago", el tipo que era capaz de recordar cualquier instante de cualquier encuentro de baseball, de recordar la posición del cuadro de los Dodgers en cada uno de los partidos de la temporada del cincuenta y uno.

Sosa dejó de hablar por un instante. Sacó de la cartera un billete y pidió dos entradas. El vendedor tardó un momento y al darle el cambio lo hizo de la siguiente manera: Con cuarenta son cien y cien más doscientos y cien más trescientos y cien más cuatrocientos y cien más quinientos. Se detuvo como si dudara. P. al alejarse dijo: hubiera sido lindo que siguiera, cien más son seiscientos y cien más son setencientos, así hasta que terminara con los billetes que tenía en la caja. Entraron al estadio. Sosa quiso visitar la tienda oficial de los Diablos. En una de las pantallas de televisión se observaba el césped del estadio encharcado por la lluvia. Salieron del local y subieron unas escaleras. Al llegar a las gradas miraron los jardines y el diamante, a los jugadores de los Diablos corriendo para guarecerse. Unos hombres extendían una lona gris sobre el campo. Esta sería la acción más beisbolera que verían esa tarde.

Smell her on you (segunda parte)


P. encontró a Sosa en los torniquetes. Venía rasurado y limpio. Se veía bastante guapo con sólo el bigote y la playera roja. Después de los saludos y las disculpas salieron.


P.: Esta lluvia se está convirtiendo en tormentón.
Sosa: ¿Tormentón? Pinche llovizna pitera.
P.: Igual y suspenden.
Sosa: En la Liga Mexicana tienen las reglas del Americano, sólo suspenden si hay tormenta eléctrica.


Caminaron por quince minutos. No hallaban la entrada del estadio. Preguntaron a varios paseantes pero las informaciones fueron confusas. Se internaron en un parque herrumbroso y verdinegro. La lluvia arreció. Se cruzaron con una familia de mujeres con chamarras que tenían en la espalda el nombre de los Dorados de Chihuahua.


Otros diez minutos hasta que alcanzaron a oír los gritos de las gradas. No tenían boletos y en la pizarra eléctrica estaban anotadas cinco entradas y media. Se dirigieron a la taquilla con el temor de que el empleado les informara que a esas alturas no vendía ya, ningún boleto.

Smell her on you (Primera parte)


P. llevaba más de cuarenta y cinco minutos esperando. Miró el nombre de la estación, creía era el correcto, pero desconfiaba de su memoria y orientación. Abordó el metro y fue a las estaciones aledañas para comprobar que Sosa aún no llegaba. Difícil que lo hubiera plantado.

El lunes anterior habían planeado asistir al juego. Los Diablos contaban con una marca perfecta de diez ganados. Era un buen pretexto. Además para los dos era el primer partido al que asistirían.

P. tenía la boca seca y una gana atroz de fumarse un cigarro. Se levantó del asiento y acercó el rostro a la ventanilla de la puerta. Llovía.

Decidió regresar a casa. Había dormido poco, ese sábado se levantó a las cuatro y media de la madrugada. Estaba fatigado, aún cuando eso se debía más a la tensión por asistir al partido que a la jornada laboral.

Llegó a la estación donde tenía que transbordar, subió despacio unas escaleras. Recordó a su padre. En esos días P. con cualquier pretexto recuperaba algún detalle de esa relación. Durante la infancia de P., su padre sólo hablaba con él durante una temporada: el otoño, cuando se llevaba a cabo la Serie Mundial. Esa semana en que P. esperaba que aquel hombre estuviera temprano en casa y le pidiera que lo acompañara a mirar el resplandor gris del televisor. Hablaban. Era eso lo que conmovía a P., esos diálogos que giraban alrededor de los comentarios del "Mago" Septién, de su fatídica séptima entrada, de sus recuerdos de Series de principio de siglo.

P. miró los letreros, tardó un minuto en saber qué dirección era la correcta. En el momento de abordar recibió una llamada. Era Ánuar que le anunciaba que Sosa estaba en la estación que habían acordado.
Elefante
,,
costasinmarcostasinmar