Habitar un país es llenar de tierra una piscina




Habitar un país es llenar de tierra una piscina, libro de poemas de Jorge Posada


1. Costa sin mar
A LOS 32 años nunca había publicado en papel. Tenía un blog y algunas colaboraciones electrónicas. Dos años antes entregué un manuscrito a la UAM. Acuse de recibido y ningún mensaje hasta que Bernardo Ruíz me preguntó si tres de mis textos podrían aparecer en la revista de la Universidad. Comencé a escribir una respuesta donde lo insultaba, donde le explicaba que yo había mandado un libro y negaba la autorización. Releí las líneas. Redacté otra contestación, agradecía y mandaba saludos. A los pocos minutos Bernardo me decía que la salida de los poemas anunciaba la aparición de Costa. Durante mi juventud pensé que los autores de la UAM eran felices solo por ser parte del catálogo, durante algunos días lo fui. Laura González Durán me citó en su oficina para revisar las pruebas finas, hasta ese momento yo pensaba que mi archivo electrónico tras algunos sencillos pasos se convertiría en un delgado ejemplar, ella me mostró 8 paquetes de hojas, el número de versiones que había del libro (reabriría la serie de poesía, «El pez en el agua» y era el primero de ese grupo de trabajo -editores, diseñadores, correctores, etc.-). Con Laura trabajé durante horas, de ahí que los aciertos del volumen le pertenezcan. La contraportada la escribió Brenda Ríos a quien aún admiro por su blog (Calle alta 25). Semanas después me entregaron 100 ejemplares, en mi casa nunca había tenido tantos libros.


Costa Sin Mar, libro de poemas de Jorge Posada


2. Adiós a Croacia
Encontré el blog Zindo & Gafuri gracias a las fotografías que Patricio Grinberg subía. Tardé en leer el contenido pero cuando lo hice hubo un flechazo. Ahí había traducciones de Royet-Journoud,  Hocquard, Jo Bang, Armantrout, Bringhurst, Berrigan, escritores que me parecía provenían de las Vidas imaginarias. Comenzamos una relación epistolar. En algún punto me dijo que Mauro Lococo vendría a México y que si me interesaban algunos de sus libros y de su editorial. Respondí que sí, pensando en que su generosidad no era enorme. Grinberg mandó los primeros títulos de Zindo, y sus libros VHS Jabalina. Enloquecí. Al ver el formato y las tapas de la editorial supe  que necesitaba pertenecer a ella. Hacía cuatro años que trabajaba textos sobre la guerra de los Balcanes. Respecto a los libros de Patricio ahí estaban las posibilidades formales y temáticas que yo había buscado tanto. La primera versión de Adiós era de 200 páginas, trabajé meses hasta llegar a las 60, cuando Patricio lo leyó quedó en 40. Discutimos largo sobre algunos artículos y tiempos verbales. Cuando el libro estaba en la imprenta Patricio me contó que su abuelo cuando era un niño de 6 años cruzó una Europa en guerra para lograr escapar rumbo a la Argentina, un viaje difícil y trágico que fue necesario para fundar una familia en este continente.


Adiós a Croacia, libro de poemas de Jorge Posada


3. La belleza son los aeropuertos vacíos
Gracias a la revista Ping Pong de Frank Báez contacté a José María Cumbreño y Ediciones Liliputienses. Cumbreño tras leer algunos de mis textos me pidió material. Después me propuso publicar Costa Adiós. Hablé con los editores, pues los libros estaban en proceso de producción. Patricio dijo que era fantástico, Bernardo en ese momento no compartió el entusiasmo. Quedé con Cumbreño de entregarle un manuscrito en cinco o seis meses. Había trabajado bastante con una serie de textos que podrían formar un volumen. Establecí la estructura y la atmósfera. Tras cuatro meses tenía el libro pero no el nombre. Días, semanas y no aparecía. Una madrugada luego de ver dos películas me fui a dormir, soñé un poco, sentí sed y adormecido me levanté y en el comedor escribí algunas líneas. Con el plazo de entrega encima revisé el libro y ningún verso daba para título. Otra noche revisé varias de mis libretas, en alguna estaban esas palabras que había escrito en entrevela. Las corté y volví a recortar hasta obtener el nombre. En él hay un homenaje a un poema de Fairchild (traducido admirablemente por Ezequiel Zaidenwerg) y mi fascinación por los lugares sin nadie, despojados de su utilidad. Algunos días antes del deadline, el libro estaba listo, pero no quería entregarlo, alargué ese momento en que ese material aun me pertenece, cuando todavía no es del editor. A mitades de 2013 llegó un paquete desde Cáceres, un objeto hermoso que era un regalo para Chose y para mis 33 años.


La belleza son los aeropuertos vacíos, libro de poemas de Jorge Posada



4. Desglace
El vuelo a San Juan, Puerto Rico llegó con tres horas de retraso. En el aeropuerto me recibieron Cindy Jiménez-Vera y Víctor J. Figueroa. A ella la conocí meses antes en La Habana debido a Julia de Burgos. Me hospedé en la casa de Nicole Delgado (que me prestó uno de los libros de Homero Pumarol). Participaba en el Festival de Poesía de Puerto Rico. Durante la primera lectura, Cindy me entregó los primeros ejemplares deDeglace, que formó y diseñó con Nicole para la Editorial Aguadulce. Cada ejemplar llevaba una fotografía de generación, en el reverso la pregunta: ¿Dónde está Jorge? El título proviene de uno de los libros que más me gustan en el mundo, El Diccionario de montaña, de Agustín Faus, que define Desglace: «Palabra incorrecta que usan algunos montañistas por haberla leído en malas traducciones». El libro lo comencé a escribir a los 31 años, a través de él exploré e investigué las estructuras de algunos poetas que me emocionan y  aturden: Vallejo, Celan, Isaías y Gilberto Owen. La segunda edición cuenta con un comentario de Urayoán Noel, uno de los hombres más inteligentes que he conocido en mi vida, en sus frases resalta el  desenfado y el equívoco. Es cierto, en eso seguí la lección de Faus la primera intención de su Diccionario es establecer ciertos conocimientos básicos de la escalada de las montañas europeas pero en la práctica logra las entradas más vastas e interesantes al escribir sobre las cumbres de Asia y sobre los sherpas (el relato que hace de aquel hombre que al llegar a la cima del Everest deja una barra de chocolate para sus dioses, me sigue conmoviendo y causando mucha gracia). Lo primero que intenté era explicarme a un grupo de escritores y terminé hablando de pulmones y de piedras.

desglace isaías, libro de poemas de Jorge Posada
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5. Canciones de la dependencia sexual
La primera fotografía que conocí de Nan Goldin fue la de una lápida. Fue en una exposición sobre arte norteamericano contemporáneo en uno de los museos de la universidad. La imagen estaba en una esquina, bastante sencilla. Después supe que esa tumba pertenecía a uno de los amigos homoxesexuales de Goldin, ella en uno de sus libros retrata el proceso de su deterioro físico durante las distintas enfermedades que le causó ser portador del VIH. En la biblioteca encontré The ballad of sexual dependency, la honestidad y la brutalidad de Goldin me conmocionó. La violencia, la inestabilidad emocional y física ahí presentes me trastornaron. No era la búsqueda y muestra de lo monstruoso y ajeno de Arbus sino lo desgarrador y tierno de las relaciones cercanas. Durante meses cada tarde escribí acerca y alrededor delas imágenes de Goldin, sobre mi propia experiencia de adicción y malestar sexual. Esos textos hubieran quedado en una de mis libretas sino fuera por Ismael Velázquez Juárez y su editorial BongoBooks. Una colección de libros electrónicos que nunca fueron publicados en la Habana. En su mayoría los volúmenes están llenos de pornografía y dibujos animados. Bongo ya contaba con algunos libros, en algunos yo había colaborado con el prólogo o con la corrección. Mi relación en este proyecto era estrecha, debido a mi admiración por el trabajo de Ismael y a su generosidad.  Cuando él me pidió algo para Bongo sentí que la inocencia y la sordidez presente en la obra de Goldin, que la búsqueda de lo que sobrevive a la degradación de las relaciones amorosas era lo que necesitaba para estar entre los autores Bongo. Lo que yo incluí al mundo de Goldin fue un poco de distancia y de humor. Creo que un adicto es alguien que puede enamorarse de Betty Marmol (sí la chica sexy de Los Picapiedra).


Canciones de la dependencia sexual, libro de poemas de Jorge Posada


6. Youthland
Algunos veranos de mi infancia los pasé de 8 am a 10 pm en la Feria del libro del museo de Antropología e Historia Viajábamos 400 km. de San Luis Potosí a Cd. de México el primer sábado de julio y otros 400 km de regreso a finales de agosto. Mis padres vendían enciclopedias junto a mis abuelos. Mi hermana y yo andábamos en los  pasillos y bodegas del museo. Recuerdo las cajas enormes de embalaje, se necesitaban 12 hombres para descargar una pieza. Mis padres no podían mantenernos quietos, corríamos, molestábamos a  los potenciales clientes. Por las tardes  cine, mi madre permanecía los primeros cinco minutos conmigo en la sala y luego salía para llevar a mi hermana a uno de los talleres de manualidades. Antes de la película proyectaban uno de los noticiaros españoles de la República y un breve documental sobre fotografía. En la juventud descubrí los libros de foto, en las librerías de viejo pasaba horas hojeándolos, examinando los ejemplares de Bresson o de Erwitt. Para mí era un sueño colaborar en un libro así. Cuando Lorena Mancilla me preguntó si quería participar en Clickapress, liderada por Louie Navarro, junto con las imágenes de Vanesa Capitaine inmediatamente respondí que sí. Mis textos son el diario de distintos jóvenes que trabajan en los hoteles de Rosarito, la ciudad más cercana a Tijuana. Jóvenes que se ganan un sueldo complaciendo a los turistas, cuyo sustento depende de la amabilidad que brindan a los desconocidos. Las fotos de Capitaine son una crónica distinta de cómo es vivir la frontera en norte en México.


YouthLand, libro de poemas de Jorge Posada



7. Habitar un país es llenar de tierra una piscina
Cuando revisas las pruebas de un libro existe un momento en que las líneas y el resultado te exasperan, ¿para esto tanto tiempo? Los textos no se acercan a lo que imaginábamos, tienen una música distinta. Se parecen más a esos papeles que tiramos al piso (lo anterior una paráfrasis de Sontag y de Clarice, palabras que reflejan una parte delo que siento ante Habitar un país, por otro lado no dan cuenta de la felicidad de que el libro aparezca en Ediciones Liliputienses, una casa que habitan autores a los que admiro y quiero tanto). Aparecer con un segundo título en Liliputienses es un honor, ser uno de los integrantes del catálogo que construye José María Cumbreño es redescubrir el placer de pertenecer a un grupo de poetas y compañeros. Habitar un país es llenar de tierra una piscina reúne mi trabajo publicado de 2012 a 2015 más algunos inéditos. Aun pienso que las obras reunidas solo le ocurren a los escritores mayores de 80 o a los muertos. Estoy sorprendido. A los 30 una amiga sufrió un accidente grave, quemaduras de tercer grado en el 50% de su cuerpo, al irla a visitar al hospital varias de mis certezas cambiaron, entre ellas la de permanecer inédito. Este libro es un testimonio, una conversación con mi padre y mi hermana (personas que evitan el diálogo), son fotografías que regalo a mi familia y a las personas que en algún momento lo fueron. Es mi manera de describir el tiempo perdido y recuperado. Es un agradecimiento a mis maestros (Daniel Sada ríe desde su sillón) y a los editores que han incorporado a su vida y a su obra una parte de mi trabajo. Es el inicio de un juego, cierro los ojos y comienzo a contar, uno, dos, tres, listos o no comenzaré a buscarlos.

Habitar un país es llenar de tierra una piscina, libro de poemas de Jorge Posada




El texto apareció originalmente en VozEd.

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