La balada de la dependencia sexual. Nan Goldin.














La exploración de lo excéntrico

¿Cómo y dónde se sitúa Goldin en sus fotografías? ¿Existe dualidad entre su personaje y  la autora? ¿Qué signos, gestos y rituales muestra de su intimidad y cuáles nos permite adivinar? ¿Sus autorretratos resultan perturbadores solamente por la violencia manifiesta o por los resquicios de imágenes privadas? ¿Hasta dónde es público un retrato? ¿La obra de Goldin vanaliza o glorifica dicha violencia? ¿Existe un intento de atenuar las agresiones físicas al vincularlas con la dependencia sexual?

Susan Sontag en uno de los ensayos del libro Sobre la fotografía cuestiona la posición de Diane Arbus frente a las personas que aparecen en su obra. Sontag recalca que Arbus buscó cruzar la línea de “la normalidad” para encontrar a los monstruos que retrata: una exploración desesperada de lo excéntrico. Para Sontag, Arbus se comportó como una turista en los sanitarios, en los bares y en los geriátricos. Para Sontag, incluso en las fotografías donde Arbus tomó a personas comunes en los parques o en lo cotidiano de sus casas, existe una pulsión por mostrar lo doloroso u anormal de los personajes, su dosis irremediable de fealdad.

En Goldin el cuestionamiento de Sontag no es pertinente. No existe turismo en sus retratos, lo que hay es un seguimiento obsesivo de sí misma y de su entorno. Goldin, su pareja y sus amigos son expuestos en situaciones aterradoras pero también en momentos íntimos de ternura o calma. Al retratarse parece preguntar qué sucede y qué me está sucediendo. Más que un documento, un testimonio de una ansiedad, de la impotencia al presenciar la descomposición de una relación, Goldin escarba en esas zonas difusas de las relaciones donde el placer y la denigración se transgreden, donde la agresión y el sexo se convierten en una droga, en un tobogán infinito que promete terminar en una puerta de salida.









Las caricaturas son la cúspide nuestra civilización

Nan tomó la fotografía del muro (arriba de la cabecera) el día en que Brian le confesó que estaba profundamente enamorado de Betty la de los Picapiedra.





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