Apunte para desorientar al público


Existe una serie que de adolescente veía en casa de tus tíos. Trataba de un niño y de su familia. También aparecían sus amigos y una novia demasiado flaca y fea que hace unos meses posó para una revista semipornográfica. El niño era una especie de Forrest Gump con un poco más de cerebro.

En un capítulo la hermana mayor se va de casa. Uno esperaría un drama por su partida; no sucede. El niño y su otro hermano se sienten agradecidos, pues deja libre su habitación y eso significa que ellos no tendrán que compartir por más tiempo el mismo espacio. Los padres de la muchacha tampoco hacen mucho ruido y en algún momento, quizá durante la cena o el sábado a mediodía reparten las habitaciones.

El mayor se queda con la recámara de la hermana y al niño no le queda más que protestar por unos minutos y hacer enfadar a su hermano.

Durante una semana pelean por la posesión de ciertos objetos: monedas de cobre, muñecos que ninguno de los dos pintó con el vinil que su padre les compró, álbumes con fotografías de beisbolistas olvidados. En tres ocasiones se golpean: sangran de la nariz y de la boca, uno resulta con un dedo roto.

El hermano mayor logra quedarse con la mayoría de las cosas y al final de la semana lleva su cama al otro cuarto. Acomoda la ropa en los cajones, coloca algunos carteles en los muros pero cuando es hora de dormir no ha logrado que su recámara tenga orden. Siente hambre pero recuerda que sus padres lo castigaron y no puede salir. Apaga las luces y se acuesta. Está agotado pero no concilia el sueño. Después de media hora baja de la cama y se sienta en el suelo con la espalda contra el muro.

Con el puño izquierdo golpea varias ocasiones la pared. Cree escuchar que del otro lado también lo hacen. Golpea cuatro veces y cuatro golpes le responden. Se da cuenta que su hermano tampoco logra dormir. Extrañan los ruidos y los olores que los acompañaron durante diez años.
La escena se abre y uno mira al niño y a su hermano vestidos con una pijama azul con líneas amarillas, a su madre que termina de lavar los trastos y al padre al dejar su cerveza en el brazo del sillón.
La hermana viaja en una furgoneta por una de esas antiguas carreteras con letreros verdes y letras fosforecentes.

5 comentarios:

A dijo...

Pero no nos desoriento. Saludos bonito.

Misántropo Acaudalado dijo...

Ahora resulta que ser hijo único no te hace especial.

Saludos, Cos

Débora Hadaza dijo...

yo no sé de eso, soy algo parecido a una hija única, a veces

mangelacosta dijo...

Lo del blog sigue en pie, pero no me han dicho para cuándo. ¿Le echas un ojo a la novela?

mangelacosta dijo...

Dice la muerte en una película (seguramente sabes a cuál me refiero): "Mira nada más, un poeta que habla como camionero".
jaja
¿Y a qué correo te la mando?

Elefante
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costasinmarcostasinmar