amoxpoani


durante cuarenta años lo había acompañado el ruidito de las diminutas limas,
el gruñido casi imperceptible de su sierra de calar,
los crujidos de las tablas del suelo,
el silbido de la pava cuando hervía agua, no para hacerse té,
sino para la fabricación de tal o cual cola o barniz para sus puzzles
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un estuche maja: la pileta con musgo milenario
una planta industrial: cientos de motores calibrándose
luces rojas de casetas: los guantes que olían a nutria
la embestida de un novillo: tu espalda como un techo en el que anidan alacranes

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Elefante
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