Mi mejor amigo fue un alemán de Bonn. El último día que hablamos lo hicimos cerca de una alambrada, cuidando no decir que aquello era una despedida. Mirábamos hacia un campo de soccer en el que se levantaban grandes remolinos de tierra.
Peleo por el msn con una mujer que visito en cinco ocasiones durante el año. Nos reclamamos el abandono, la distancia. Cosas que forman la relación. La última vez que nos vimos, encontramos un pueblo consumido por la niebla. Después me llevó a la central de autobuses y completamos el ritual.
Hay temporadas en que abundan las cartas de amor. Las que leo y que se cruzan examantes, examigos, exposibles y las que escribo. En esas cartas lo que se pide es un cuarto donde sólo estén los implicados, un cuarto donde sólo exista su cuerpo. Un cuarto con una ventana pequeña y sin cortina, de paredes blancas con algunas fechas. Cuando el televisor calla se escucha que afuera graniza.
Después del sueño en Paraguay me levanté y miré la hora del celular. Cuatro treinta de la mañana Tardé un rato en dormir de nuevo. Apareció un área de pasto y un grifo del que se desprendía un chorro de agua tibia. Enlacé mis piernas con las piernas de una mujer de cabello castaño y largo que extrañamente era la combinación de mi última pareja y de Adriana.
1 comentario:
"Hay temporadas en que abundan las cartas de amor. Las que leo y que se cruzan examantes, examigos, exposibles y las que escribo."
Cierto, a veces dolorsamente cierto
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