Comencé a guardar los libros en cajas. Después de ocho meses decidí mudarme, dejar atrás aquella noche de septiembre.
Sólo conservaré un puñado; aquellos libros que me expresan en sus líneas, que en su voz prefiguran mi voz.
Entre los papeles encontré la carta de un escritor viejo que me incitó a abandonarlo todo, a ser rabiosamente fiel a la escritura. En ese momento no sabía que huiría de mi familia (mi esposa e hijo), del tiempo que no he disfrutado; arrinconándome en obscuras bibliotecas, borroneando cuadernos que nadie leerá.
No existe un tiempo más placentero que los últimos doce años sumido en letras minúsculas. No hay gozo comparable al de estar solo entre inmensos anaqueles. Nadie me quitará esas dos semanas en que leí espalda con espalda la Bovary, la Karenina, el tiempo recobrado y parte del Machado de Assis.
Al terminar de empacar me percaté del por qué de la melancolía de las personas que han realizado muchos cambios.
Antes de masturbarme y dormir tuve un atisbo de mi imagen: un hombre en un cuarto en silencio, sin ninguna intención de llorar y decidido a realizar lo que en su adolescencia había trazado.
3 comentarios:
Hay una frase de Hölderlin "Y que así el hombre mantenga lo que de niño prometió", creo que eso es al final lo que hace que los hombre sean grandes.
Un abrazo amigo
Buen intento. Saludos
"Antes de masturbarme y dormir tuve un atisbo de mi imagen: un hombre en un cuarto en silencio, sin ninguna intención de llorar y decidido a realizar lo que en su adolescencia había trazado."
Publicar un comentario